sábado, 18 de julio de 2015

CIERRA LOS OJOS y mirame

Elionid Humpire Castro



A mi esposa por soportarme y enseñarme  
que el amor es primero.

A mi hija por ser motivo de mi 
existencia y ver en su rostro
 ternura y amor.

y ami adolescencia por compartir
 momentos inolvidables que se que no 
volverán pero que los
 guardare en el baúl del recuerdo.



Te quiero 

Te quiero porque aprendo contigo a ser distinto.
A sonreír de pronto
cuando me miras detrás de los paisajes
que inventas para mí cada mañana.
Porque recortas telas, cartones, ventanales,
tejados y azoteas.
Porque pintas cobaltos y rojos bermellones
o simplemente hieres de azules y azafranes
las puertas de mi casa.
Porque eres suave y hueles como las flores
y, en ciertas ocasiones, me robas los perfumes
que ya nunca me pongo.
  
Te quiero porque un día me llevaste hasta el río
y al vuelo de las aves que anidan en el agua.
Y me tocaste el hombro para darme el aliento
que pierdo en ocasiones.
Porque me miras grave
y me guiñas los ojos para poder seguirte.
Y me alientas,
y me acoges,
y me retienes por el aire cuando vuelo sin rumbo
o he perdido el oriente.

Te quiero porque a veces me acunas como a un niño
y vienes y me dices tus miedos y tu ira.
Y me pintas un árbol, una trenza, un sonido,
una casa con arcos y dinteles, un caballo furioso,
un cuerpo derrotado debajo de unas piernas
y un pájaro sin plumas.
Una frase incompleta.
Cualquier cosa sin nombre que acabas de inventarte
para mí, solamente.
  
Te quiero porque sueñas con grifos de hojalata,
con flores imposibles,
con plumas de alabastro y rejas asimétricas.
Te quiero porque tienes enjaulados los brazos
como una de esas geishas de jardín japonés.
Porque apenas sonríes o sonríes apenas
y tienes las pupilas pintadas de colores
y en la frente una hoja del viejo limonero
que se ha vuelto de plata al rozarte la piel.
  
Te quiero porque escribes poemas cada tarde
y yo los leo en silencio
y luego te persigo para que no decaigas
y no te alcance el ruido ni la lluvia.
Para que no te pierdas en ese laberinto
que inventaron los tristes, los opacos,
los necios de la tierra.
Y tú entiendes mi voz y su silencio.
Y me miras de lejos.
Y me regalas siempre la sonrisa más clara
que inventaron los dioses para amarme.
  
Te quiero porque llegas cabalgando a la grupa
de un corcel de juguete.
Porque tienes los modos de un viejo caballero.
Porque me hablas de usted como a una dama
y me compras muñecas de porcelana antigua.
Porque vas sigiloso recorriendo la casa
como si me asustaras.
Y cuando nadie mira o crees que no te miran,
me riegas los geranios, me acunas a los peces
y le inventas canciones
a la niña que llevo escondida en el alma.
  
Te quiero porque un día aventuraste, loco,
la posibilidad de hacer tú solo de colores un arco
y encima de la mesa me colocaste un ramo
de plástico y de flores de cartulina blanca.
Porque eres como un  niño irreverente y mágico,
olvidadizo y tierno.
Porque inventaste un beso para hacerme reír
jugando a ser bufón cuando eras triste.
Porque fuiste capaz
de convertir en humo las estrellas.
Mi dulce caballero. Mi paje. Mi gorrión.
Mi arlequín. Mi ave de paso.
  
Te quiero porque fumas y bebes y blasfemas
y escribes sin cesar por las paredes
o en la estación del tren
o en los bordes urgentes de una alcoba vacía.
Porque le has puesto verbos al dolor que te invade
y aunque lo llames Marta
soy yo quien te acompaña
por esa travesía pesarosa de un nombre.
Y te quiero por todo o casi ya por todo
lo que me das o quitas o me pones.
Y sabes, tú lo sabes, y yo también lo sé,
que formas laberintos para que me distraiga
y me quede dormida cuando llega la tarde.
  
Te quiero porque velas mis sueños más pequeños.
Porque vamos de compras por el mundo y sus cosas
y escarbas en las plazas y comes peladillas
y crees en las estrellas y en los Magos de Oriente.
Porque sabes oírme cuando estoy ciega y triste
o no tengo remedio.
Porque pintas historias de madres ateridas
y de niños sin rostro.
Y porque hay en tus noches una estrella perdida
que viene y se pasea por esa luna negra
que tú has dado en llamar Orlando y sólo Orlando.
  
Te quiero porque tienes tan negros los cabellos,
tan fiera la mirada y tan dulces los gestos,
que es inevitable pensar que formo parte
del café que preparas sonriendo a lo lejos.
De que vayas y vengas sin un ruido
por no hacerme de menos o por no despertarme.
Te quiero porque somos de la misma camada
y me das el respeto que me tomo y te tomo.
Eres en quien descanso y apoyo mi cabeza.
Y sé que lo hago bien.
Que ha llegado la pena y puedo reclinarme.
  
Te quiero porque vas de un lado a otro
desatinado y ciego golpeando los muros
con el puño y la rabia de los desamparados.
Porque vuelas muy alto
y aún no has aprendido que volar es un arte,
que las alas no sirven para emprender un viaje
tan largo y tan terrible.
Que subir a la cima requiere un solo vuelo
más lento y más pausado.
Te quiero porque evades tu sombra,
te sumerges, te gritas, te persigues, te hieres,
y te das a los otros en inútil ofrenda.
  
Te quiero porque lloras entre agujas de acero.
Y tejes sin descanso
como Ulises quisiera que fuera su bufanda.
Porque me miras entrelazando grises.
Y sabes que te espero sentada al otro lado
de una mesa de mármol donde apuras certezas
que nunca beberemos las dos juntas.
Que eres esa Penélope que devana sus dudas
entregando su risa a manos llenas
para que nadie sepa que aguardas lo imposible.
   
Te quiero porque andas ligera y de puntillas.
Porque mi corazón se alerta cuando llegas
y siento un miedo leve a herirte las pestañas.
Porque eres tan pequeña como un ángel sin alas
dormida sobre el hule de una mesa cualquiera
donde han dejado abiertas las páginas del día,
las labores del punto, una agenda sin fechas,
y el café de las cinco
que se ha quedado frío de tanto contemplarte.
  
Te quiero porque llevas una niña en la boca
y de cristal el pecho.
Y de cristal los ojos
cuando miras o apuras lo que miras.
Porque cuelgas palomas
y otras niñas como tú por las paredes.
Porque te vas y vienes por la luz de tus trenzas
sin decirme qué pasos te acompañan.
Y sales a la calle a buscarte los ojos
en el amanecer de esta ciudad sin puertas.

Te quiero

Elionid Humpire Castro

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